viernes, 28 de noviembre de 2014

TEXTOS TEMA1: AYN RAND


Filosofía: Quién La Necesita

Suponte que eres un astronauta cuya nave pierde el control y se estrella en un planeta desconocido. Al recuperar la consciencia y ver que no estás herido de gravedad, las tres primeras preguntas que te vendrán a la mente serían: ¿Dónde estoy? ¿Cómo puedo saberlo? ¿Qué debo hacer?


Afuera ves vegetación que te resulta poco familiar, y hay aire para respirar; la luz del sol te parece más pálida de lo que recuerdas, y más fría. Te vuelves a mirar hacia el cielo, pero paras. Te invade una sensación repentina: si no miras, no tendrás que saber que estás, quizás, demasiado lejos de la tierra y que no hay retorno posible; mientras dejes de saberlo, eres libre de creer lo que desees – y sientes una cierta esperanza difusa, agradable, y un poco culpable.

Te diriges a tus instrumentos: puede ser que estén dañados, no sabes hasta qué punto. Pero te detienes, sacudido por un temor repentino: ¿cómo puedes confiar en esos instrumentos? ¿Cómo puedes estar seguro de que no te van a engañar? ¿Cómo puedes saber si funcionan en un mundo diferente? Te apartas de los instrumentos.

Ahora empiezas a preguntarte por qué no tienes ganas de hacer nada. Parece mucho más seguro esperar simplemente a que algo ocurra, de alguna forma; es mejor, te dices a ti mismo, no hacer olas y evitar que la nave se vaya a pique. A lo lejos, ves una especie de seres vivos acercándose; no sabes si son humanos, pero andan sobre dos pies. Ellos, decides, te dirán qué hacer.
Nunca más se sabe de ti.

¿Eso es fantasía, dices? ¿Tú no actuarías así, y ningún otro astronauta jamás lo haría? Tal vez no. Pero esa es la forma en que la mayoría de los hombres viven sus vidas, aquí, en la tierra.
La mayoría de los hombres pasa sus días procurando evadir tres preguntas, cuyas respuestas son la base de cada pensamiento, sentimiento y acción del hombre, sea consciente de ello o no: ¿Dónde estoy? ¿Cómo lo sé? ¿Qué debo hacer?

Desde que tienen edad suficiente para entender estas preguntas, los hombres creen que saben las respuestas. ¿Dónde estoy? Digamos, en Nueva York. ¿Cómo lo sé? Es obvio. ¿Qué debo hacer? En este punto no están tan seguros – pero la respuesta habitual es: lo que haga todo el mundo. El único problema parece ser que no son muy activos, no tienen mucha confianza en sí mismos, no son muy felices – y sienten a veces un miedo infundado y una culpa indefinible que no pueden ni explicar ni erradicar.

Nunca han descubierto el hecho de que el problema proviene de las tres preguntas sin respuesta – y que sólo hay una ciencia que las puede responder: la filosofía.
La filosofía estudia la naturaleza fundamental de la existencia, del hombre, y de la relación del hombre a la existencia. Contrariamente a las ciencias especiales, que tratan sólo de aspectos particulares, la filosofía trata de aquellos aspectos del universo que tienen que ver con todo lo que existe. En la esfera de la cognición, las ciencias particulares son los árboles, pero la filosofía es el suelo sobre el que crece el bosque.

La filosofía no te dirá, por ejemplo, si estás en Nueva York o en Zanzíbar (aunque te daría los medios para averiguarlo). Pero esto es lo que sí te dirá: ¿Estás en un universo gobernado por leyes naturales y, por lo tanto, estable, firme, absoluto – y conocible? ¿O estás en un caos incomprensible, un reino de milagros inexplicables, un flujo impredecible e imprevisible, que tu mente es impotente para captar? ¿Las cosas que ves a tu alrededor, son reales – o son sólo una ilusión? ¿Existen independientemente de cualquier observador – o son creadas por el observador? ¿Son el objeto o el sujeto de la consciencia del hombre? ¿Son lo que son – o pueden ser modificadas por un mero acto de tu consciencia, tal como un deseo?

La naturaleza de tus acciones – y de tu ambición – será diferente, según el conjunto de respuestas que aceptes. Estas respuestas pertenecen al ámbito de la metafísica – el estudio de la existencia como tal o, en palabras de Aristóteles, del “ser cual ser” –, la rama básica de la filosofía.

Sean cuales sean las conclusiones a que llegues, te verás obligado a responder a otra pregunta corolaria: ¿Cómo lo sé? Dado que el hombre no es omnisciente ni infalible, tienes que descubrir qué puedes considerar conocimiento y cómo puedes demostrar la validez de tus conclusiones. ¿El hombre adquiere conocimiento mediante un proceso de razón – o por revelación instantánea de un poder sobrenatural? ¿Es la razón una facultad que identifica e integra el material provisto por los sentidos del hombre – o se alimenta de ideas innatas, implantadas en la mente del hombre antes de nacer? ¿Es la razón competente para percibir la realidad – o posee el hombre alguna otra facultad cognitiva superior a la razón? ¿Puede el hombre llegar a tener certeza – o está condenado a la duda perpetua?


El grado de confianza en ti mismo – y de tu éxito – será diferente según el conjunto de respuestas que aceptes. Estas respuestas pertenecen al ámbito de la epistemología, la teoría del conocimiento, que estudia los medios de conocimiento del hombre.

Estas dos ramas constituyen el fundamento teórico de la filosofía. La tercera rama – la ética – puede ser considerada como su tecnología. La ética no se aplica a todo lo que existe, sólo al hombre, pero se aplica a todos los aspectos de la vida del hombre: su carácter, sus acciones, sus valores, su relación con toda la existencia. La ética, o moralidad, define un código de valores para guiar las decisiones y las acciones del hombre – las decisiones y acciones que determinan el curso de su vida.


Así como el astronauta de mi historia no supo qué hacer, porque se negó a saber dónde estaba y cómo descubrirlo, tú tampoco puedes saber lo que debes hacer hasta que conozcas la naturaleza del universo con el que estás tratando, la naturaleza de tus medios de conocimiento – y tu propia naturaleza. Antes de llegar a la ética, tienes que responder a las preguntas formuladas por la metafísica y la epistemología: ¿Es el hombre un ser racional, capaz de lidiar con la realidad – o es un impotente ciego incapaz, una mota de polvo zarandeada por el vaivén universal? ¿Son posibles el triunfo y el disfrute para el hombre en la tierra – o está condenado al fracaso y a la desgracia? Dependiendo de las respuestas, puedes proceder a examinar las cuestiones planteadas por la ética: ¿Qué es bueno o malo para el hombre – y por qué? ¿Debe ser la principal preocupación del hombre buscar la felicidad – o escapar del sufrimiento? ¿Debe el hombre considerar la auto-realización – o la auto-destrucción – como el objetivo de su vida? ¿Debe el hombre perseguir sus valores – o debe colocar los intereses de otros por encima de los suyos? ¿Debe el hombre buscar la felicidad – o el auto-sacrificio?

No es necesario que muestre las distintas consecuencias de estos dos grupos de respuestas. Puedes verlas en todas partes – dentro de ti y a tu alrededor.

Las respuestas dadas por la ética determinan cómo el hombre debe tratar a otros hombres, y esto determina la cuarta rama de la filosofía: la política, que define los principios de un sistema social apropiado. Como ejemplo de la función de la filosofía, la filosofía política no le dirá cuál va a ser tu racionamiento de gasolina en qué día de la semana – te dirá si el gobierno tiene derecho a imponer cualquier racionamiento sobre cualquier cosa.

La quinta y última rama de la filosofía es la estética, el estudio del arte, que se basa en metafísica, epistemología y ética. El arte se ocupa de las necesidades – el reabastecimiento – de la consciencia del hombre.

Algunos de vosotros podríais decir, como hace mucha gente: “¡Ah, yo nunca pienso en términos tan abstractos – yo quiero ocuparme de problemas concretos, específicos, de la vida real – ¿para qué necesito filosofía?” Mi respuesta es: Para que puedas ocuparte de problemas concretos, específicos, de la vida real – o sea, para que puedas vivir en la tierra.


Puedes afirmar – como hace la mayoría de la gente– que tú nunca has sido influenciado por la filosofía. Te voy a pedir que cuestiones esa afirmación. ¿Alguna vez has pensado o dicho lo siguiente?: “No estés tan seguro – nadie puede estar seguro de nada”. Esa noción la tomaste de David Hume (y de muchos, muchos otros), aunque ni siquiera hayas oído hablar de él. O: “Esto puede ser bueno en teoría, pero no funciona en la práctica”. Eso lo tomaste de Platón. O: “Fue un acto horrible, pero es sólo humano, nadie es perfecto en este mundo”. Lo tomaste de San Agustín. O: “Puede ser verdad para ti, pero no es verdad para mí”. Lo tomaste de William James. O: “¡No pude evitarlo! ¡Nadie puede evitar nada de lo que hace!”. Lo tomaste de Hegel. O: “No puedo demostrarlo, pero siento que es verdad”. Lo tomaste de Kant. O: “Es lógico, pero la lógica no tiene nada que ver con la realidad”. Lo tomaste de Kant. O: “Es malo, porque es egoísta”. Lo tomaste de Kant. ¿Has oído a los activistas modernos decir: “Actúa primero, piensa después?” Lo tomaron de John Dewey.


Algunas personas podrían responder: “Por supuesto, he dicho esas cosas en momentos diferentes, pero no tengo por qué creer esas cosas todo el tiempo. Puede haber sido verdad ayer, pero no es verdad hoy”. Lo tomaron de Hegel. Podrían decir: “La consistencia es el duende de las mentes pequeñas”. Lo tomaron de una mente muy pequeña, Emerson. Podrían decir: “Pero, ¿uno no puede ceder y tomar prestadas ideas diferentes de filosofías diferentes de acuerdo a la conveniencia del momento?” Lo tomaron de Richard Nixon – quien lo tomó de William James.


Ahora pregúntate: si no estás interesado en las ideas abstractas, ¿por qué tú (y el resto de los hombres) te sientes obligado a usarlas? El hecho es que las ideas abstractas son integraciones conceptuales que engloban un número ilimitado de concretos – y que sin ideas abstractas no serías capaz de tratar con problemas concretos, específicos, de la vida real. Estarías en la situación de un recién nacido, para quien cada objeto es un fenómeno único y sin precedentes. La diferencia entre su estado mental y el tuyo radica en el número de integraciones conceptuales que tu mente ha realizado.

No tienes opción en cuanto a la necesidad de integrar tus observaciones, tus experiencias y tu conocimiento, en ideas abstractas, es decir, en principios. Tu única opción es si estos principios son verdaderos o falsos, si representan tus convicciones conscientes y racionales – o un revoltijo de nociones pilladas al azar, cuyas fuentes, validez, contexto y consecuencias desconoces, nociones que, muy probablemente, largarías sin ceremonias si las conocieses.

Pero los principios que aceptas (consciente o inconscientemente) pueden chocar o contradecirse entre sí; ellos, también, tienen que ser integrados. ¿Qué los integra? La filosofía. Un sistema filosófico es una visión integrada de la existencia. Como ser humano, no tienes opción sobre el hecho de que necesitas una filosofía. Tu única opción es si defines tu filosofía a través de un proceso consciente, racional y disciplinado de pensamiento, y una deliberación escrupulosamente lógica – o dejas que tu subconsciente acumule un montón de conclusiones injustificadas, generalizaciones falsas, contradicciones indefinidas, proverbios sin digerir, deseos sin identificar, dudas y temores, mezclados por casualidad, pero integrados por tu subconsciente en una especie de filosofía incongruente y fundidos en una única y sólida tara: la duda en ti mismo, como bola y cadena en el lugar donde las alas de tu mente deberían haber crecido.

Podrías decir, como hace mucha gente, que no es siempre fácil actuar bajo principios abstractos. No, no es fácil. Pero, ¿cuánto más difícil es tener que actuar sobre ellos sin saber lo que son?
Tu mente es como un ordenador – un ordenador más complejo de cualquiera que los hombres puedan construir – y su principal función es la integración de tus ideas. ¿Quién lo programa? Tu mente consciente. Si fallas, si no alcanzas convicciones firmes, tu mente queda programada por la casualidad – y te entregas al poder de unas ideas que no sabes que has aceptado. Pero de una manera u otra, tu ordenador te da informes, cada día y cada hora, en forma de emociones – que son rápidas estimaciones de las cosas, calculadas de acuerdo a tus valores. Si programaste tu ordenador con el pensamiento consciente, conoces la naturaleza de tus valores y de tus emociones. Si no lo hiciste, no la conoces.
Muchas personas, sobre todo hoy en día, afirman que el hombre no puede vivir sólo por la lógica, que hay que considerar el elemento emocional de su naturaleza, y que ellos se dejan guiar por sus emociones. Bueno, lo mismo hizo el astronauta de mi historia. Quien lo paga es él – y ellas: los valores y las emociones del hombre son el resultado de su visión fundamental de la vida. El programador final de su mente es la filosofía – la ciencia que, según los emocionalistas, es impotente para influenciar o penetrar los tenebrosos misterios de sus emociones.


La calidad de lo que sale de un ordenador, su “output”, está determinado por la calidad de lo que entra en él, su “input”. Si tu subconsciente está programado por el azar, lo que él produzca tendrá las mismas características. Probablemente has oído el elocuente término que usan los analistas de informática: “GIGO” (“Garbage-In, Garbage-Out”) – o sea, “Entra basura, sale basura”. La misma fórmula se aplica a la relación entre el pensamiento de un hombre y sus emociones.

Un hombre que se deja llevar por sus emociones es como un hombre que se deja guiar por un ordenador cuyos informes no puede leer. Él no sabe si su programación es verdadera o falsa, correcta o incorrecta, si le está llevando al éxito o a la destrucción, si sirve a sus objetivos o a los de algún poder maléfico e incognoscible. Está ciego en dos frentes: ciego al mundo que le rodea y ciego a su propio mundo interior; no es capaz de captar ni la realidad ni sus propios motivos, y vive con un terror crónico de ambos. Las emociones no son herramientas de conocimiento. Los hombres que no están interesados en filosofía son los que más urgentemente la necesitan: ellos son los que están más desesperadamente en su poder.

http://objetivismo.org/filosofia-quien-la-necesita/




Cuando alguien acepta algo como la creación del universo por fe está destruyendo su confianza y la validez de su propia mente. Aceptar algo por encima del poder de la razón es un permiso para actuar irracionalmente.

Si basas el conociendo en la emoción en vez de la razón, vas contra la realidad. Algo existe que te disgusta y dices prefiero creer otra cosa.
Ayn Rand




No hay comentarios: